Por
Fernando Trujillo
En su opus magna 1984 Orwell nos introducía a lo que
era la neolengua, este lenguaje era un proyecto del Ingsoc para sustituir al viejo
lenguaje para así dominar el pensamiento de la población y anular cualquier
pensamiento disidente al partido.
Déjeme decirle lector que nuevamente Orwell tiene
toda la razón y su obra una vez más fue un adelanto a nuestro tiempo. La neolengua
existe, los sistemas democráticos lo han estado elaborando en los últimos años
y tiene por nombre: Lenguaje incluyente.
Esta modificación al lenguaje no es nueva, el
lenguaje políticamente correcto se viene gestando desde hace años en los países
que conforman occidente.
En Estados Unidos por usar una palabra considerada “racista”
u “homofóbica” ya es causa de un linchamiento mediático, de pagar una indemnización
a la víctima (Cuántos no se aprovecharan de esto), de una demanda o incluso la cárcel
¡Por usar una palabra!
Dentro de las redes
sociales está surgiendo una tendencia a cambiar las letras por una equis o con
el símbolo de arroba, pongamos un ejemplo cuando hablan de un grupo de
personas, lo cambian por “personxs” o cuando hablan de los hijos, cambian a
esto “hijxs” para referirse a ambos géneros. De esta manera se tergiversa el
lenguaje, se anula el género, la identidad sexual de los individuos en el
lenguaje de internet.
Esta tendencia es usada
por colectivos feministas como una forma de pelear contra el “lenguaje sexista”,
este tema de las redes sociales podrá parecerle al lector algo frívolo pero
ejemplifica hasta qué punto se está deformando la lengua para adaptarla al
pensamiento uniforme y políticamente correcto de este Sistema.
En México por presión de
organismos de derechos humanos se está implementando el uso del lenguaje
incluyente, una prioridad que el gobierno tiene—por encima de la inseguridad,
la violencia criminal o el incremento de pobreza—en las escuelas para evitar el
así llamado bullying verbal o que algún niño se sienta excluido por sus
compañeros o maestros.
En los colegios los
profesores tienen que referirse a sus estudiantes como “alumnos y alumnas”,
tiene que dirigirse a los padres con los términos “padres y madres”, irónicamente
a este respecto el lenguaje incluyente excluye y separa en lugar de incluir.
En la ciudad de México
ya se considera un delito el usar palabras “homofóbicas”, usted ciudadano ya no
puede decir un chiste o hacer una crítica hacia el colectivo LGBT sin recibir
una sanción o inclusive la cárcel.
Por más ridículo que
pueda sonar esto ya es una realidad en la mayor parte del mundo occidental,
estamos recibiendo un adoctrinamiento mediático y gubernamental en el uso del
lenguaje diario, un lenguaje único para una sociedad uniforme.
El objetivo de esta
neolengua, de este lenguaje incluyente es borrar las identidades, las
diferencias para generar una lengua única en el que el pensamiento disidente
sea excluido.
Actualmente se vive una
época demasiado sentimentalista, demasiado blanda en la que el victimismo para
ganar derechos—sin obligaciones—es parte de la política de hoy, en la que por
cualquier palabra te acusan de racista, homofóbico, sexista, fascista, etc.
Si contradices una
mujer en una plática esta te acusara de machista, si contradices a una persona
homosexual te acusara de homofóbico, usar el argumento ad hominen para acusar a
una persona se ha vuelto algo común en la sociedad.
La manía por ser
incluyente excluye las diferencias humanas, excluye los pensamientos diferentes
y lejos de celebrar la diversidad la anula.
En esta sociedad
estamos temerosos de mirar a una mujer por miedo a que nos acuse de acoso, si
un transgenero te ve en la calle y te dice una vulgaridad no puedes devolverle
el insulto sin que te acuse de intolerante.
En el lenguaje incluyente
todos deben de estar incluidos pero esto es algo totalmente imposible, la exclusión
existe, de alguna actividad o de algún trabajo, de algún grupo siempre va a
haber un factor de exclusión.
Habrá personas que no
se adapten, que quieran excluirse de un grupo por propia voluntad o simplemente
que no son aptas para alguna actividad.
Veamos un ejemplo, en
el equipo de futbol de una escuela se obliga al entrenador a tener en el equipo
a un chico en silla de ruedas por políticas incluyentes, esto obviamente afecta
al entrenador y al equipo al tener a un miembro que no va a aportar (o tal vez
aporte muy poco) al equipo, al mismo tiempo se ve afectado al estudiante que no
tiene capacidades para el futbol pero posiblemente tenga capacidades en otras
cosas.
Sobra decir que si el
entrenador intenta sacar al muchacho del equipo entonces los padres de familia
armaran un alboroto que incluso podían denunciar en derechos humanos.
Otro ejemplo aplica al
mundo laboral, si en un restaurante va a pedir trabajo una persona tatuada, el
trabajo se lo dan pero al poco tiempo esta persona resulta ser incompetente,
conflictiva con los compañeros y posteriormente se le despida, puede ir a
derechos humanos y argumentar falsamente discriminación contra el restaurante.
Las políticas de inclusión
han otorgado derechos sin obligaciones, por medio de leyes policiacas han
creado un entorno paranoico en el que debemos estar obligados a ser iguales, a
incluir de forma obligatoria.
El lenguaje deformado
para anular la identidad y al mismo tiempo crear un antinatural sentimiento de
igualdad.
Se ha creado una
sociedad y un ambiente en el que todos son demasiado sensibles ante un
comentario, todo es motivo de ofensa, de demanda, de acusaciones infundadas. Lejos
de ser un progreso, las políticas incluyentes son un estancamiento.
Esto se da en la
decadente sociedad occidental, los países bajo regímenes islámicos, Corea del
Norte y China no están interesados en ser políticamente correctos o los
derechos humanos, son totalitarismos feroces pero le pese a quien le pese con
los instintos sanos, con la noción natural de que existen diferencias, de que
la fuerza es el derecho y la debilidad se aplasta de forma brutal.
La exclusión es parte
del mundo natural, se excluye a los débiles y se deja a los fuertes en una
manada, se excluye a los no aptos para un trabajo y se deja a los que son
aptos, en un grupo se excluye a los que no encajan y se deja a los que si
encajan. Esto no se debe a una construcción social sino a una actitud natural
entre los individuos.
Pero esta comprensión natural
no será entendida en el mundo incluyente, en el lenguaje políticamente correcto
y en la sociedad bienpensante que es occidente.
Nuestra sociedad se ha
vuelto la pesadilla colectiva, sentimentalista en la que no se admite las
diferencias humanas, en donde esa neolengua conocida como lenguaje incluyente
se aplica en las escuelas para educar a las nuevas generaciones en esta
sociedad uniforme.
Febrero 2015
Estimado Fernando, en primer lugar felicitarte por el blog, me gusta tu forma valiente de encarar los temas con objetividad. Por ejemplo este tema sobre inclusión social, acá en mi país y en la región, me rechina cuando escucho a un presidente o presidenta dirigirse a sus ciudadanos: ¡uruguayos y uruguayas! tal como tu dices ya de entrada en vez de incluir excluye porque está acentuando que no es lo mismo ser hombre que mujer. Creo que tal vocabulario se comenzó a ensayar a falta de capacidad de seducción de las politicas de Estado donde se persiga el bien común y no los intereses particulares de cada sector afin o no al gobierno de turno. abrazo desde Tacuarembó-Uruguay
ResponderEliminarDe acuerdo contigo. para ganar votos se trata de incluír en su discurso político a quienes estan disconformes y en este caso a quienes están disconformes con todo
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