Juan Pablo Vitali
Creo que el
confesionalismo nos ha hecho mucho daño. El confesionalismo en la política,
entiéndaseme bien, que por lo demás cada uno profesará su religión.
Europa no es una confesión sino una cultura, en la
cual han florecido fenómenos religiosos. Europa ha sido pagana y ha sido
cristiana. Pero eso no define demasiado, ya que cada pueblo europeo ha ejercido
su paganismo o su cristianismo de diferentes modos. Y tanto paganos como
cristianos europeos se han masacrado entre sí.
A América no ha llegado el paganismo europeo,
pero el cristianismo que se profesa aquí tiene su propio perfil. Por otra
parte, la espiritualidad sudamericana es un proceso dinámico y complejo.
La más antigua religión de los pueblos indoeuropeos
fue precisamente el hinduismo: una religión que no hacía proselitismo. El
proselitismo institucionalizado es una política, es confesionalismo.
Por lo general no me interesa si una persona que
defiende a nuestro pueblo es o no religiosa en el sentido de las definiciones
institucionales o de las etiquetas preestablecidas. Sólo le pido respeto a mis
sentimientos y a mis inquietudes en tal sentido. No siendo cristiano, sé que el
cristianismo ha formado parte de la cultura de nuestro pueblo por milenios. Y
no me molesta ni podría molestarme, ya que el genio y la cultura de los
nuestros ha vivido su historia enlazado con Cristo y el cristianismo. Pero no
por eso me siento obligado a seguir esa religión. Detrás del cristianismo hay
todavía muchos milenios más. Y como la espiritualidad es dinámica como la
historia, puedo encontrar allí los elementos con los cuales me siento
identificado sin sentirme anticristiano. Definirse por lo “anti” es triste y
hace imprescindible al oponente en contra del cual nos definimos. En todo caso,
si el cristianismo ha entroncado con el genio espiritual de una parte
importante de nuestra gente, lo que amo y respeto es a nuestra gente y a su
elección espiritual. No por eso dejo de tener yo la propia. No niego al
cristianismo, solamente me molesta su costado totalitario.
En general, no soy yo como no cristiano quien tiene
la necesidad de rechazar al cristiano, sino al revés. No me siento superior por
mis búsquedas espirituales, pero tampoco quiero sentirme inferior. Y a menudo
es difícil decir que uno no es católico entre católicos, aunque compartamos
muchas cosas.
El espíritu religioso de los pueblos no se puede
inventar. Ocurrió el paganismo y ocurrió el cristianismo. No sé qué ocurrirá
ahora. Mi idea básica es que Europa desarrolló una gran cultura que nació en
Grecia. No creo, como algunos neopaganos, que la decadencia haya sido culpa del
cristianismo. En todo caso, Roma asumió el cristianismo y luego lo hicieron los
pueblos del Norte. Si un pagano echa la culpa de algo así al cristianismo,
utiliza el concepto de culpa que es una idea muy cristiana. Sería un
contrasentido. Existió un largo proceso político y religioso que terminó con el
paganismo tal como fue en la antiguedad, y lo incorporó de algún modo a la
nueva religión. Unos dirán que para bien, otros que para mal. Hoy ese proceso
ha quedado atrás. La supervivencia de la cultura europea como tal no encontrará
una espiritualidad que se exprese igual que en el pasado. En nosotros está si
esa nueva forma será para defender y construir juntos o para enfrentar y
destruir separados. Poco margen de maniobra nos queda.
Y si la fe es un don de dios, yo agradezco a mis
dioses la mía tanto como un cristiano agradece a su dios la suya. No obstante,
somos parte de un mismo pueblo y de la supervivencia de ese pueblo es de lo que
se trata. En todo caso necesitamos un número suficiente de grandes hombres que
no tenemos. Con actitudes de totalitarismo confesional lo más probable es que
no logremos reunirlos nunca más.
Fuente: El Manifiesto
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